Porque soy catolico
dos cosas separadas». Es verdad para los modernistas, pero no para nosotros, que encontramos de forma simultánea la realización de un anhelo y el registro de una vida. Es cierto que en muchos mitos paganos existe un débil presagio de los misterios cristianos; aunque admitamos que esos presagios no eran más que sombras. Pero una vez tenido en cuenta todo posible parentesco, llegamos a la conclusión de que la mitología no siempre ha llegado a la altura de la teología. No es cierto que una idea tan audaz o tan sutil como ésta se haya pasado por la mente que ha creado a los centauros y los faunos. En la más salvaje y gigantesca de las fantasías épicas, no hay concepción más colosal de la existencia que la de Zeus y Prometeo. Menciono esto, no por exponerlo como una verdad frente a quienes no creen en ella, sino por hacer hincapié en el intenso interés intelectual que tiene para aquellos que sí creen que es cierto. Sólo pretendo explicarles a aquellos que se sienten preocupados, que una mente imbuida de la verdadera concepción de esta dualidad está plenamente dispuesta a reflexionar sobre esas líneas de pensamiento sin necesidad de desenterrar a los dioses muertos, a fin de desacreditar al hombre eterno. No siento ninguna necesidad de ser modernista o monofisita en mis ideas, porque creo que esos puntos de vista son mucho más torpes y banales que el mío. Citando las bonitas palabras de canción de amor The wallet of Kai Lung [La cartera de Kai Lung], una de las pocas canciones de amor que existen en el mundo con auténtico contenido psicológico: «Esta persona insignificante y menospreciada por todos, debería preferir sus propias ideas a las de los demás sin vacilación alguna». Podrían ponerse otros muchos ejemplos. Esta «persona» (si se me permite usar una vez más la elegante locución china) se sentiría exhausta ante la enorme excitación que le provocaría descubrir que tanto María como Mai a [113] son nombres que empiezan con la letra M, o que la madre de Cristo y la madre de Cupid o [114] se representaban en ambos casos con la figura de una mujer. Pero sé que nunca me agotará la profundidad de la insondable paradoja comprendida en el concepto tan desafiante que supone ese tratamiento de Madre de Dios. Y sé que existen ideas no sólo más profundas, sino también más frescas y libres, en torno al misterio de ese humano perfecto que en una ocasión tuvo autoridad natural sobre la sobrenatural divinidad, que en cualquier clase de identificación iconoclasta que asimila todas las imágenes sagradas a base de destruir todos sus rostros. En el tiempo en que Cristo estaba hecho de la misma materia que Osiris, había poco de cualquiera de ellos; pero Cristo, tal y como lo concibe la Iglesia católica, es en sí mismo una compleja combinación, no de dos cosas irreales, sino de dos realidades auténticas. De la misma forma que tanto una Ashtarot h [115] como una madonna de Rafael, podrían parecer una visión carente de rasgos distintivos, hay algo que, en el más estricto sentido intelectual, es único en la concepción de Theotokos . [116] En resumidas cuentas, toda esta unión de tradiciones, ya sean verdaderas o falsas, carece de interés. Pero los dogmas no carecen de interés. Incluso las sutiles diferencias doctrinales resultan interesantes. Son como las operaciones de cirugía más delicadas; que separan un Página 240
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