Porque soy catolico

a los pozos o a los canales. Nos encontraríamos con que el resultado racional de esa moderna religión del amor y de la dicha no es más que una enorme estampida humana de suicidas. Así que el pesimismo habría matado a miles, pero el optimismo habría acabado con la vida de decenas de miles. Como digo, se da por hecho que un católico conoce la respuesta correcta; porque se sostiene en la más completa de las filosofías, la que consigue que un hombre se mantenga cuerdo; y no se apoya sólo en un fragmento de ella, ya sea agradable o no, lo que fácilmente podría llevarle a la locura. Un católico no se quitaría la vida porque no da por sentado que se merezca el cielo pase lo que pase, o que suicidarse no será determinante si de veras se merece el cielo. Él dirá que no conoce con exactitud los peligros que puede correr; pero sabe qué lealtad o qué mandato ignoraría si actuase de esta forma. Lo que también sabe es que uno podría ser evaluado desde el cielo por lo que ha soportado como hombre; y que un héroe podría ser un mártir del cáncer como San Lorenzo y Santa Cecilia fueron mártires en el caldero o en la parilla. La fe en una vida futura, la esperanza en una felicidad venidera, la creencia de que Dios es amor y que la lealtad comporta la vida eterna son cosas que no derivan en la locura o la anarquía, si se añaden a las demás doctrinas católicas en lo referente al deber y a la absoluta vigilancia frente a los poderes del infierno. Sin embargo, si se toman por separado, pueden generar esa locura y anarquía antes mencionadas. Y los modernistas, es decir, los optimistas y los sentimentales, querían tomarlas por separado. Por supuesto, ocurriría exactamente lo mismo si alguien separara las doctrinas del sentido del deber y la disciplina del resto. Generaría otra edad oscura de puritanos que irían ensombreciéndose con rapidez en el pesimismo. De hecho, los extremos se acaban encontrando, cuando sus respectivas terminaciones se acaban desenganchando de lo que debería ser algo completo. De modo que nuestra parábola concluye de forma poética con dos horcas, una al lado de la otra; la primera para los suicidas pesimistas y la segunda para los suicidas optimistas. La cuestión es que en este pasaje, el escéptico americano está dando respuesta al modernista; pero no al católico. El católico cuenta con una razón extremadamente simple para no cortarse el cuello con la intención de volar hacia el Paraíso de forma instantánea. Pero podría plantearles un interrogante a aquellos que hablan como si el Paraíso estuviera abarrotado de personas que se han cortado el cuello. Y éste es sólo uno de los muchos ejemplos de una larga lista, en los cuales quienes tratan de simplificar la fe, acaban haciéndola menos lógica. Los musulmanes se imaginaron como seres sensibles al reducir su credo a la mera existencia de un solo Dios; pero lo que hicieron realmente, en el mundo de la psicología práctica, fue reducir su credo a un único destino. El verdadero efecto que se produce en un hombre cualquiera es el simple fatalismo; exactamente igual que el turco que no acude al hospital para curarse la herida porque se resigna al Kismet, esa fuerza cósmica en la que creen los musulmanes; o porque se somete a la voluntad de Alá. Los puritanos pensaron que simplificaban las cosas apelando a lo que ellos denominaban las palabras sencillas de Página 244

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