Porque soy catolico
tendré las puertas cerradas en Navidad, o por lo menos justo antes de Navidad; entonces el mundo verá lo que podemos hacer. No puedo sino recordar, con cierta sonrisa, que en una página anterior de este libro, y más polémica, mencioné a una dama estremecida ante la idea de las cosas que mis correligionarios habrían hecho tras las puertas cerradas. Pero el recuerdo que conservo se ha suavizado por la distancia y por el tema que nos ocupa ahora, y siento justo lo contrario. Espero que esa dama, y todos los que piensan como ella, tenga también la inteligencia de cerrar sus puertas; y descubrir que sólo cuando todas las puertas están cerradas puede encontrarse lo mejor en su interior. Si son puritanos y su religión se basa sólo en la Biblia, dejemos que sean por una vez una familia arquetípica de la Biblia. Si son paganos, que no aceptan otra cosa que la celebración invernal, dejemos al menos que sean una familia de celebraciones. La discordancia o el malestar del que se quejan los críticos actuales, en lo que se refiere a la reunión familiar, no se debe al hecho de haber dejado arder ese fuego místico, sino al hecho de haber permitido que se apagase. Y esto es debido a que los fríos fragmentos de lo que en su momento fue algo vivo se han unido torpemente; no es un argumento en contra de la posibilidad de revivir ese algo vivo. Los juguetes de Navidad cuelgan del árbol desde antes de que los tíos, tan pesados y tan paganos, desearan jugar al golf. Pero eso no altera el hecho de que podrían haberse convertido en personas más brillantes e inteligentes si supieran cómo jugar con los juguetes; y de hecho se aburren soberanamente con el golf. Su falta de brillo se debe al progreso mecánico del deporte profesional, en ese mundo rígido de rutinas que impera fuera del hogar. Cuando eran niños, tras las puertas cerradas del hogar, es probable que tuvieran sueños e historias por escribir que eran tan suyas como Hamlet lo es de Shakespeare o Pickwick lo es de Dickens. Cuánto más emocionante hubiera sido que el tío Henry, en vez de describirnos con todo lujo de detalles cada uno de los golpes que necesitó para sacar la bola del hoyo, nos hubiera contado que había realizado un viaje al fin del mundo en el que había atrapado a la gran serpiente marina. Cuánto más interesante, desde un punto de vista intelectual, habría sido la conversación del tío William si, en vez de contarnos el punto exacto en el que consiguió reducir su handicap, pudiera contarnos con convicción que fue el rey de las islas Canguro, o jefe de los Rango Dango Redskins. Esa clase de cosas, proyectadas desde el interior, han estado en casi todas las almas humanas; y no es normal que esa inspiración se vea totalmente aplastada por las cosas del exterior. Por un momento, no demos por supuesto que yo también me encuentro entre los tiranos de la tierra, que impongo mis propios criterios y fuerzo a todos los niños a jugar a mis propios juegos. No es que no sienta respeto por el juego del golf; es un juego admirable. He jugado al golf o, al menos, lo he intentado, que no es lo mismo. Dejemos, cómo no, que los golfistas jueguen al golf e incluso que los organizadores lo organicen, si su única concepción de lo que es un órgano es la de un organillo. Dejemos que jueguen al golf un día tras otro; dejémosles jugar trescientos Página 265
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