Porque soy catolico
de un americano, o de un norteamericano, es porque está permitiendo que la sombra de un juego de palabras o el sonido de un vocablo estropeen su sentido de justicia y realidad. Está identificando confusamente la palabra yanqui con la palabra fanfarrón . [20] Si puede hablar de un froggy [21] más despreciativamente que lo que realmente podría hablar de un francés es porque está siendo verbalmente afectado por la palabra frog como el otro estaba afectado por la palabra dog. No tiene importancia que juguemos con esas palabras, o rimas, o parecidos, o ecos, mientras seamos conscientes de que lo hacemos superficialmente, por el puro efecto sonoro. El sentido de este tipo de estilo se vuelve peligroso precisamente cuando está escondido, como lo esconderían los delicados estilistas. La conciencia de clase será peor cuando se convierta en inconsciencia de clase. Del mismo modo, la declarada imparcialidad de ciertos historiadores académicos apesta a prejuicios soterrados en comparación con los cuales la bufonería consciente es una actitud deportiva. Ya que resulta embarazoso usar un ejemplo propio, por egoísta, tomaré como modelo a una persona mucho más distinguida que yo, que tiene un carácter muy parecido al mío. Me refiero al señor Bernard Shaw. En una época estuvo muy de moda discutir acerca de Shaw y Shakespeare, lo que seguramente era un artificial truco «aliterativo». Desde luego, sería peligroso acusar a Shaw de plagiar a Shakespeare, y existen serias dificultades para sugerir que Shakespeare plagió a Shaw. En todo caso, una de las pocas cosas en que realmente se parecen Shaw y Shakespeare es en que ambos han escrito muy a menudo bromas que no merecía la pena hacer. Cuando Polonio dice que él hizo de César, a quien Bruto asesinó en el Capitolio, y Hamlet le responde: «Fue muy bruto por su parte sarificar allí tan capital becerro» [22] , no me imagino que Shakespeare creyera que semejante juego de palabras fuese el más perfecto e ingenioso de la historia de la literatura. Creyó, en cambio, que era vital para la acción que Hamlet hiciera una observación frívola y pensó que el comentario era el tipo de frivolidad que probablemente diría el protagonista. Ninguna de las frivolidades presentes en las comedias de Shaw supera a ésta. En realidad estas frivolidades son las únicas que utilizaría una persona muy seria; y el señor Bernard Shaw es una persona muy seria, que siempre quiere decir algo. También con las frivolidades tiene algo que decir. Si el crítico perfeccionista se encontrara alguna vez en una situación equivalente, descubriría la naturaleza de estas frívolas tentaciones. Decir que Shaw es frívolo porque es serio no es un sinsentido. Un hombre como él tiene la deliberada intención de lograr que la gente escuche lo que quiere decir, y en consecuencia, siente que para lograrlo debe ser divertido. Alguien que se está divirtiendo consigo mismo no necesita hacer el esfuerzo de resultar entretenido. Por otra parte, el pulido estilista no es nada divertido. Hay un alto grado de incomprensión de la actitud moral de ambos tipos de persona, sobre todo en los aspectos relacionados con el antiguo concepto de la modestia. La mayor parte de la Página 274
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