Porque soy catolico
para ser totalmente artista. De todos modos, siguiendo el mismo modelo de frase, afirmo que quien dice ensayista quiere decir egoísta. Si esto es una aliteración, casi una rima y algo cercano al juego de palabras, lo lamento. También es un hecho. Lo que acabo de decir puede ser demostrado tanto en el ejemplo imaginario que he presentado como en innumerables párrafos mucho mejores y mucho más bellos. Si me aparto del camino para contarle al lector que fumo cigarrillos Virginia, sólo puede ser porque doy por hecho que el lector está interesado en mi persona. Nadie puede estar interesado en los cigarrillos Virginia. Pero si le grito al lector que creo en la causa de los virginianos en la Guerra de Secesión, como lo hace el autor de La herejía Americana [24] , si trueno, como él, afirmando que hoy en día toda América está sumergida en ruinas y anarquía porque en esa gran batalla fracasó la buena causa, entonces no e stoy siendo egoísta, soy sólo un dogmático, lo que parece resultar generalmente mucho más desagradable. El hecho de que crea en Dios puede ser, y lo digo con modestia, de algún interés humano; porque un hombre que cree en Dios puede inducir a otro hombre a creer en Dios. Pero tengo que pensar que el hecho de que no crea en los peces dorados como ornamentos del estanque del jardín no es del menor interés para nadie en esta tierra, a no ser que suponga que algunas personas están interesadas en cualquier cosa relacionada conmigo. Esto es exactamente lo que el verdadero ensayista elegante asume. No digo que esté equivocado; no niego que él también encarne la humanidad de algún modo y use algo así como una ficción o un símbolo artístico para expresarlo. Sólo digo que, si llegamos a entrar en una pelea para dilucidar quién es más presuntuoso, él es, de lejos, el mejor pagado de sí mismo de los dos. Unos hombres abordan grandes cuestiones ruidosamente, mientras otros se ocupan de cosas pequeñas en silencio. Pero hay una dosis mucho mayor de jactancia en el hombre que trata siempre de cosas menores que él mismo que en aquel que se ocupa permanentemente de cosas mayores que él. El segundo, por lo menos, debe ser pequeño para no sentir que sus temas son más grandes. Estamos a un paso del núcleo del problema. En primer lugar, el dogmático tiene siempre algo de demagogo. En segundo lugar, el demagogo tiene siempre algo de payaso. Estoy muy lejos de negar que el dogmático sea demasiado demagogo y payaso; pero no porque prefiera las cosas superficiales, sino porque le preocupan las cosas fundamentales. Si se me permite ilustrar mi razonamiento por medio de una de esas deplorables imágenes de las que nos estamos lamentando, es precisamente porque le interesa lo fundamental por lo que se siente tentado a hacer reír al público. Le interesan los hechos primarios y uno de los elementos primarios es el público. Puede bromear y actuar para la galería, pero siente que hay algo más que una broma en la forma coloquial de llamar a la galería «el paraíso». Reconozco que yo también soy un orador demagógico; y hace un momento exageré mis conclusiones por pura necesidad de defenderme, defender al señor Shaw y —lo más apasionante de todo— defender al señor Shaw del señor Shaw. En Página 276
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