Porque soy catolico

E IV La historia de una verdad incompleta n lo que hace a sus principios fundamentales, la Iglesia se complace en su inmutabilidad. A veces se la acusa de ser excesivamente rígida e inamovible, incluso en sus aspectos externos, que constituyen el ámbito legítimo del cambio. Al menos en un sentido, pienso que, en efecto, esto es verdad, si lo que pretendemos decir es que la Iglesia se confunde con su mecanismo y tramoya perecederos. La Iglesia no puede seguir el ritmo de los cambios que marcan sus detractores. A veces la han pillado durmiendo la siesta y empeñada en refutar lo que aún se decía de ella el pasado lunes, sin reparar en que el martes se dijo exactamente lo contrario. Y es cierto que a veces se empeña patéticamente en vivir en el pasado, a tal punto que es capaz de creer que los modernos pensadores continúan hoy defendiendo las ideas que sostuvieron ayer. Las ideas de hoy la dejan literalmente atrás, es decir que desaparecen en el horizonte por sí solas antes de que la Iglesia haya acabado de refutarlas. Es lenta y tardía, porque pone más empeño en estudiar las herejías que los mismos heresiarcas. Muchos seríamos capaces de señalar ejemplos del mentado error, si es que de un error se trata, en lo que hace al controvertido mecanismo externo del catolicismo. Aún hay católicos dedicados a refutar a los calvinistas, por más que ya ningún calvinista alce la voz. Hay admirables defensores convencidos de que el inglés medio le reprocha a la Iglesia que recele de la Biblia, aunque lo más probable es que hoy se dedique a reprocharle que atienda a las Escrituras. Hay quienes se sienten obligados a elaborar todo tipo de apologías (al menos en el sentido griego de la palabra) para justificar el papel asignado en nuestra teología a la mujer, exactamente como si nuestras feministas de moda siguieran comulgando con la idea que tenía John Knox [8] de los monstruosos regimientos de féminas. Incluso hay quienes intentan justificar a la vieja jerarquía católica por su manera de concebir el ritual, cuando no queda un solo baptista en Balham que no sea también un ritualista. En suma, se puede decir, aunque tan sólo en este sentido convencional y externo, que los católicos han sido siempre excesivamente conservadores. El catolicismo, si por ello entendemos la mayoría de los católicos, se ha mostrado culpable, en efecto, de lo que el protestantismo le acusaba. El catolicismo ha sido ignorante, tanto que ni siquiera se enteró de que el protestantismo había muerto. Estos vaivenes son siempre característicos de los movimientos modernos, pero no sucede exactamente lo mismo en el caso de los hombres. Y si hay algo cierto, es que la Iglesia se interesa mucho más por los hombres que por los movimientos. El hombre más despreciable es inmortal, el más arrollador movimiento, tan sólo una Página 28

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