Porque soy catolico

Los admiradores de semejantes individuos se muestran un poco más serios al decir que se trata de pensadores originales. Y sin embargo, no es inexacto decir que la única cosa de la que estos originales individuos jamás hacen gala es de originalidad. Entiéndase que rara vez parten del origen de las cosas, y ni siquiera aspiran a ser el origen de ninguna. Estos revolucionarios son invariablemente reaccionarios, en el sentido más literal: están siempre reaccionando contra algo. Por ejemplo, Tolstoi reaccionaba contra los modernos militarismo e imperialismo; Bernard Shaw reaccionó contra los modernos capitalismo y convencionalismo. En un mundo poblado de campesinos genuinamente plácidos, Tolstoi habría perdido su empleo. En un universo bolchevique y desmelenado, Bernard Shaw no tiene ya nada que decir, salvo quizás que el movimiento que propugnó ha ido mucho más lejos de lo que él hubiera deseado. Pero en ningún caso son estos autores realmente originales, ya que ninguno comenzó en el comienzo, que es lo que ha de hacer todo hombre que se proponga crear un mundo. Por ello no es fácil definir con propiedad este tipo de individualismo intelectual; las frases al uso por lo general resultan de una extraordinaria torpeza, y da igual que quienes las pronuncien estén hablando de mensajes o de originalidad, o que alcancen las más altas cotas de sublimidad y brillante sinsentido disertando sobre mensajes originales. Quizás fuera menos pretencioso y más exacto intentar transmitir (que es lo que la gente, por lo general, aspira a hacer) la idea de que estos líderes intelectuales tienen algo que decir. Conocen verdades necesarias y olvidadas que sería bueno que expusieran, y además resulta que están muy bien equipados para hacerlo. [… ] [10] al argumento impersonal, es cierto que hubo un tiempo en que estuve expuesto a la amenaza de este tipo de distinción individual. Hubo un tiempo en que algunas personas se dedicaban a cultivar la ilusión de que yo tenía un mensaje. Ignoro si alguno llegó al terrible extremo de considerarlo un mensaje original, pero no creo que me ciegue la vanidad si digo que sé que hubiese sido capaz de lanzar una de esas cosas llamadas mensajes, uno de nuestros grandes mensajes modernos destinado por nadie a cualquiera, y que por lo general llega aproximadamente a una persona de cada diez millones. Es aun posible que hubiese hallado el modo de manifestar mi yo en algún tipo de minúscula secta intelectual, integrada por quienes insistieron en creer, durante cerca de una década, que me dedicaba a exponer alguna verdad novedosa o desatendida. En otras palabras, lo poquísimo que llegué a pensar que tenía que decir corrió en algún momento el auténtico peligro de transformarse en toda una filosofía, armada de pies a cabeza. Sólo puedo explicarme que lograra sobrevivir a tamaño desastre merced a la intervención de la gracia divina, aunque también conviene saber que aun en aquella época, algo en mi mente —algo que siempre está en la mente humana— me decía que lo que necesitaba y andaba buscando no era una nueva verdad a la que aferrarme o una verdad olvidada que rescatar, sino, a secas, la verdad. Pero haber transformado mi única verdad en sistema, como hacen nuestros modernos Página 30

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