Porque soy catolico
parlamentaristas. Existe una única institución suprema, inspiradora y a la vez irritante en el mundo. Y ellos son sus enemigos. Están preparados para defender la violencia u oponerse a la violencia, para luchar por la libertad o contra la libertad, por la representación o contra la representación. Y hasta por la paz o en contra de la paz. Este caso me dio una certeza enteramente nueva, incluso en el sentido político práctico: mi elección había sido buena. El manantial y la ciénaga Se han publicado cientos de novelas y artículos sobre un proceso que aparentemente todavía es considerado novedoso, a pesar de que ha sido descrito exactamente en los mismos términos durante casi cien años, y con formas ligeramente diferentes en siglos anteriores. Me refiero al crecimiento de la duda o la inquietud en la fe. Conviene decir que este fenómeno siempre se ha descrito como una rebelión del pensamiento más profundo contra el más superficial. Está claro que la duda de hoy, igual que la antigua, plantea profundos interrogantes; pero desde luego negamos que dé respuestas más profundas que las que da nuestra propia filosofía. Como regla general, en el llamado «pensamiento moderno», mientras las preguntas son realmente profundas, sus respuestas son a menudo decididamente superficiales. Pero tal vez sea aún más importante señalar que mientras las preguntas son en cierto sentido eternas, las respuestas son efímeras se miren por donde se miren. El mundo todavía se plantea los interrogantes propuestos por Job. Ya no se contenta con las respuestas dadas por Joa d [45] . Ciertas consideraciones prácticas reducen las posibilidades de que el libro de Joad esté tan vigente como el Libro de Job. El señor Joad es un hombre capaz y sincero, y nadie pone en duda que sus opiniones sean producto individual de su propia mente; pero también son producto colectivo de su generación. Los escépticos de todos los tiempos no han heredado otra cosa que una negación. Su política positiva o su ideal varían, no solamente de siglo a siglo, sino incluso de padre a hijo. Un librepensador como Bradlaugh, hombre del individualista siglo XIX , empapado del espíritu mercantil de los Midlands, insistía en que era un individualista. Un librepensador de la siguiente generación, como el señor Joseph McCabe, insistía en que era socialista. Un librepensador que quisiera zambullirse hoy en día en el mundo, insistiría ciertamente en que no es socialista, es decir, alguien tan blando como el señor Ramsay MacDonald . [46] Para aquellos que pueden creer por turno en cada uno de esos movimientos sociales, como suele suceder a muchos, el asunto puede ser irrelevante. Pero algunos de nosotros sacaremos 1a moraleja que clarifica toda esta disputa entre las tradiciones de la verdad y las de la duda. Los que abandonan la tradición de la verdad no escapan hacia lo que llamamos libertad. Huyen hacia algo diferente, lo que denominamos moda. Página 300
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