Porque soy catolico

alimento; puede reproducirse allí donde el escéptico solitario alardea de su esterilidad. Creer en el libre albedrío puede requerir casi un milagro, pero no creer en él implica aceptar la locura tarde o temprano. Hacer un voto puede suponer un riesgo enorme, pero huir del compromiso es una silenciosa, cobarde e inevitable ruina. Puede resultar increíble que un credo sea cierto y todos los demás estén equivocados; pero pensar que no hay verdad en ninguno de los credos porque todos son igualmente falsos no es sólo increíble, sino también intolerable. Si todo está igualmente equivocado nadie puede solucionar nada nunca. Lo interesante del momento actual es que el hombre de ciencia, el decir el héroe del mundo moderno y el último de los grandes servidores de la humanidad, se ha negado de repente a tener nada que ver con el horrible trabajo de andar dando vueltas a la negación y royendo ciegamente los fundamentos del imperio humano. Y es que el trabajo de los escépticos de los últimos cien años ha sido ciertamente como la furia inútil de un monstruo primitivo, ciego, sin cerebro, reducido a la tarea de destruir y devorar; un gusano gigante dedicado a desbastar un mundo que ni siquiera puede llegar a ver, llevando una vida oscurecida y bestial, inconsciente de sus propias causas y de sus propias consecuencias. Pero el hombre ha vuelto a empuñar sus armas: la voluntad, la adoración, la razón y la visión del plan que existe en las cosas, y una vez más tenemos la oportunidad de volver al amanecer del mundo. Página 309

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