Porque soy catolico

M IV La reacción de los intelectuales e han preguntado si pienso que existe una reacción contra las tendencias «ultramodernas» y a favor de muchas ideas y costumbres descalificadas con los términos «victoriano», «virtuoso», «respetable», y otras palabras igualmente crueles. Mi respuesta es que, en efecto, hay una reacción, y me alegro de que exista. Pero es una reacción de un tipo particular. No es la que yo esperaba, ni es exactamente la que hubiera deseado que se produjera. Aunque cualquier reacción es un alivio frente a la rancia y desoladora estupidez de la «brillante juventud». La sola certeza de que es posible una reacción, buena o mala, contra cualquier cosa, buena o mala, aclarará la mente humana —y salvará a la mentalidad avanzada de muchas desilusiones—. La vida es demasiado compleja como para esperar que no nos dejemos algunas cosas defendibles o deseables en cada parte del camino. En realidad, se han producido reacciones favorables a algo mucho más remoto que el victorianismo. Siempre recordaré una confiada y despectiva frase de uno de los discursos de Macaulay a favor de la Ley de Reforma que abolió los barrios en decadencia: «No ha habido reacción. No habrá reacción. No espero una reacción a favor de Gatton y Old Sarum más de lo que esperaría una a favor de Odín y Tor». No discutiré si hay una reacción a favor de Gatton y Old Sarum; pero ciertamente hay una fuerte reacción a las leyes de Reforma y al gobierno representativo. Lo que me resulta realmente divertido es que, mientras Macaulay pronunciaba esas palabras, había comenzado una inequívoca reacción a favor de Odín y Tor. Carlyle ya había empuñado la pluma, y su genio nórdico se estaba transformando lentamente en locura nórdica. Ya nos estaba pidiendo que volviéramos a los prístinos comienzos escandinavos. Un poco más tarde, Nietzsche dio un paso más allá, abandonando la ética cristiana y su teología, mientras invocaba a los antiguos dioses de la violencia y la guerra. Y mucho más cerca, un gran general alemán —que había conducido ejércitos en la Gran Guerra, y ya debería haber tenido suficiente ración de experiencia bélica— cubrió Alemania con propaganda pagana que publicitaba una campaña a favor de Odín y Tor. Este ejemplo es suficiente para ilustrar el fenómeno de las reacciones en general. El arte más moderno encuentra a los antiguos griegos demasiado modernos y retrocede hasta el antiguo Egipto. Hemos resucitado el arte primitivo, y no descartamos que se acabe haciendo algo parecido con el arte prehistórico. Podríamos pintar en la roca con ocre rojo o, por lo que barrunto, descubrir insospechadas virtudes en las hachas o las flechas de piedra. Es verdad que hay una reacción, pero también es verdad que nada prueba que sea justa. Yo pienso que lo es; porque es una reacción a favor de la civilización y en Página 310

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