Porque soy catolico
tiene la alternativa de comprarse una misa, a lo que parece, un instrumento que es una suerte de sustituto de la vela. Lo más curioso es que yo no he lanzado un grandioso ataque espiritual contra el espiritismo, como el que este escritor describe tan imaginativamente. Pero si lo hiciera, como por supuesto lo puedo hacer, creo que atacaría el espiritismo mejor de lo que este hombre arremete contra el catolicismo. No hablaría como si el espiritista estuviera atrapado entre los dogmas divinos de la Sacralidad de los Tamboriles y el Retorno de los Muertos. No hablaría como si el hombre estuviera obligado a elegir entre una tablilla y una güija. No hablaría de «mesas o muebles», ni dejaría entrever que una trompeta es lo mismo que una sesión. En todos los ataques contra el catolicismo que he leído, encontré, sin embargo, el mismo ignorante batiburrillo de términos colocados de cualquier manera. Siempre insisten en hacer mezcolanza de palabras poco usuales, como mitras, misereres, nonas, albas, báculos, vírgenes y viáticos, y en esos escritos las palabras tropiezan unas con otras sin que haya la más remota esperanza de que nadie pueda saber, ni de lejos, lo que alguna de ellas significa. Ésta es la primera curiosidad evidente en esta dase de escritos. Ahora podemos volver a la única frase del párrafo que parece tener algún sentido. Me refiero al pasaje en el que se nos dice que el espiritismo se practica sin un sacerdote. Ciertamente, no necesita sacerdotes. Solamente requiere una aristocracia espiritual mucho más exclusiva y privilegiada que los sacerdotes, porque su superioridad está basada en su personal estructura espiritual: los espiritistas son anormales, mientras que los sacerdotes no necesitan serlo. En cualquier caso, el artículo en cuestión revela algunas notables cosas sobre las funciones y los grados espirituales. Hay un sorprendente título debajo de un retrato de Santa Juana de Arco, que dice que a ella no le importaba si era una santa o una bruja, porque «tenía un trabajo que hacer, y lo hizo». ¡Qué reconfortante es este lenguaje! ¡Qué lleno del espíritu del siglo XV ! Juana se limitó a hacer su trabajo. Ella sabía que podía hacerlo, que estaba capacitada. ¡Jesús! Juana no era la clase de fémina que se preocupara de si su obligación la dictaba Dios o el diablo, cuando había un trabajo que hacer. La publicación citada nos cuenta que su religión está enteramente basada en hechos, pero no se priva de manejar una buena cantidad de vulgaridades abstractas sin recurrir a los hechos. Sería inútil, supongo, señalarles que Juana discutió desesperadamente durante días y días para probar que no era una bruja, mucho después de que resultaba obvio que su trabajo, como trabajo, o estaba cumplido o había fracasado. Pero la insinuación de que no importa si una es una bruja o una santa, ¿no será lo que explica la desconfianza que algunos de nosotros sentimos hacia el espiritismo? Puesto que escribo esto para divertirme, no diré nada acerca del misterio central de mi propia religión, o de los términos trabajosamente ofensivos con los que el autor me pide que pruebe la Transustanciación, de la misma manera que él pretende probar el espiritismo. Me contentaré con decirle una sola cosa. Supongamos que un papa tras Página 317
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx