Porque soy catolico

H XIII El nuevo Lutero ay, al parecer, cierto movimiento de naturaleza religiosa que, fundado por un luterano de sangre alemana y nacionalidad norteamericana, se relaciona con el nombre de Oxford. Algunos dicen que se llama Movimiento del Grupo de Oxfor d [63] . Otros parecen estar innecesariamente alarmados por si los historiadores lo identifican con el Movimiento de Oxford. Yo sugeriría, con talante amistoso, que fuese denominado Grupo de Oxford Street. Esta calle se llama como la ciudad universitaria, que parece ser lo único importante, y al mismo tiempo está bastante lejos de Oxford como para que se produzca la temida identificación. Pienso que, así, allí la atmósfera sería más cómoda y congruente, y de alguna manera siento que estando en la vecindad el señor Gordon Seldfridg e [64] , les resultará mucho más amigable y útil que el máster de Baillol. Recibí una carta de reprimenda por la broma fútil que había hecho acerca del Movimiento del Grupo Buchman . [65] La regañina fue escrita en un tono apenado y patético, y me reprochaba que despreciara cualquier cosa que trajera a los hombres de vuelta a la realidad de la religión. Desde luego, debo asegurar al que la escribió que no soy insensible a ese tipo de súplica. Sin embargo, en este asunto como en muchas otras ocasiones, la religión es tratada de una manera curiosa, como algo distinto de la política, la ética o la economía. Nadie dice que el que todos los partidos políticos puedan tener en su seno muchos promotores del bien público, signfique que debamos evitar resistirnos al comunismo, o atacar al capitalismo, o expresar nuestra confianza o desconfianza en el fascismo. Todo el mundo sabe que los caminos que conducen a diferentes soluciones sociales son divergentes. Sólo los caminos que llevan al cielo o al infierno están pavimentados con buenas intenciones. Me apresuro a decir que simpatizo con cualquier pecador que busque esa salida, incluida la arrogante y exclusiva aristocracia espiritual que escribe sobre sus puertas el lema «entrada sólo para pecadores». No simpatizo con ellos tanto como simpatizo con el ignorante pescador que desafina entonando himnos en una sórdida y vieja capilla de un pueblo marinero en el Devonshire, ni tampoco como simpatizo con un grupo de Holly Roller s [66] que se revuelca por el suelo en Dayton, Tennessee, para evitar la maldición del evolucionismo; y reconozco que no me atraen ni siquiera la mitad de lo que me agradan los faquires musulmanes que vociferan en el desierto mientras agitan sus magníficas lanzas y mueren bajo las bayonetas británicas. Simpatizo con toda esa gente porque está buscando a Dios. Y soy lo suficientemente ortodoxo como para saber que de alguna manera mística, más allá de todo razonamiento, es verdad que buscar es encontrar. Página 341

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