Porque soy catolico
realidad el pasaje en el que Hollis, comparando los métodos de Dryden y Pope, cita en su totalidad la famosa sátira del segundo de los poetas sobre Addison. Represente acertadamente o no a Addison, retrata a la perfección al crítico: Deseando herir y sin embargo temeroso de atacar sólo alude a una duda y su aversión es vacilante. Condena con débil alabanza, asiente con un educado gesto y sin burlarse, enseña al resto la burla. Por encima de este tono inconfundible, de nuevo se nota el cambio de método que he comparado al que va de reír ante el señor Dick y la cabeza de Carlos I a discutir cuál fue el umbral que tuvo el honor de ser pisado por los pies del rey Carlos. En la presente crítica encontramos un excelente ejemplo del método que se usa para no tener que presentar combate sobre el tema principal, eligiendo la disputa sobre una futilidad. El señor Hollis hace la excelente observación, muy justa y valiosa, de que una de las desventajas de las revoluciones es que a menudo desembocan en nuevas y rígidas represiones impuestas por los propios revolucionarios. Pone como ejemplo el gobierno de Guillermo de Orange, que censuró un tipo de controversia que fue permitida mucho más libremente bajo el reinado de los últimos Estuardo. Nuestro crítico sugiere, a propósito de esta afirmación, que el autor y todo su libro son históricamente poco fiables, basándose en que da una visión errónea del gobierno de Guillermo de Orange, porque la censura fue levantada más tarde, creo que en 1695. Lo que interesa es que se impuso una nueva censura; y la forma de probar que no existió consiste, para el crítico, en decir que sólo duró ocho años. Pues bien, la filosofía general del señor Hollis puede ser correcta o estar equivocada, pero su afirmación general es un comentario perfectamente filosófico y muy razonable de este y otros casos ilustrativos de la misma verdad. La puntillosa corrección del crítico, si es acertada, no tiene el más mínimo interés filosófico o racional para nadie; no guarda ninguna relación con la sustancia del asunto; sólo dice que alguien hizo algo, pero que no lo hizo siempre. Esto es lo que quiero decir cuando afirmo que una facción se preocupa por las trivialidades y la otra por la verdad. La sugerencia del señor Hollis tiene mucha importancia para nosotros, que convivimos con verdaderas revoluciones, bolcheviques o hitlerianas. No es necesariamente una total condena de las revoluciones. Es simplemente una nota de la historia de las mismas. Pero su historia es una historia natural, mientras que la pedante historia académica se ha vuelto del todo antinatural. Se dice que un gran silencio sobrevuela los grandes campos de batalla y existe, ciertamente, un asombroso silencio sobre las grandes derrotas recientes de la teoría de la historia sustentada por los orangistas. El señor Hollis comienza su libro señalando la coincidencia de que Dryden se sentara a pescar a la orilla del mismo río que contemplaba María Estuardo desde la torre de Fotheringay. El asalto y la toma de la torre, con todos sus secretos, fue una lucha que en su época hizo muchísimo ruido, Página 351
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