Porque soy catolico
Roma en tantos sermones, esgrimido contra Roma en tantos panfletos, arrojado desdeñosamente contra Roma en tantas reuniones del Exeter Hall y tantas sesiones del Parlamento, no queda nada. De todo esto, en cuanto afecta a los movimientos de vanguardia de las clases educadas y al futuro del mundo, nada ha quedado. Pero todavía queda una cosa. El anticatolicismo permanece, aunque ya no es protestantismo, en igual medida en que no es pelagianismo ni donatismo. Y es un factor que hemos de tener presente si queremos hacer una estimación del panorama actual. El protestantismo es solamente un nombre; pero es un nombre que puede usarse para encubrir cualquier «ismo» excepto el catolicismo. Hoy es un recipiente dentro del que se pueden volcar las infinitas cosas que por miles de razones se oponen a Roma. Pero puede ser llenado por ellas porque está hueco, porque está vacío. Toda negación, toda nueva religión, toda revuelta moral o toda irritación intelectual que pueda hacer que un hombre rechace la llamada de la fe católica se juntan aquí en un confuso montón, cubiertos por la anticuada pero conveniente etiqueta del protestantismo. Cuando un periodista asegura que hay un sólido protestantismo, lo que quiere decir es que hay una fuerte renuencia o resistencia al retorno de los ingleses a su antigua religión. Y hasta cierto punto, puede estar en lo cierto. Pero el montón no está ordenado, es un revoltijo, y la resistencia no es racional, en el sentido de tener una razón clara y comúnmente aceptada, y si tiene un color predominante es precisamente el opuesto del que predominaba en el protestantismo clásico. Es más opuesto al calvinismo que el catolicismo, insiste en las obras todavía más que los católicos; piensa en la vida futura en una manera menos definitiva y mucho más progresista que la doctrina católica del purgatorio, y convertirá a la Biblia en algo mucho menos importante de lo que lo es para el catolicismo. Siguiendo cada uno de los puntos en los cuales el protestante atacó al Papa, ese protestante diría ahora que el espíritu moderno es una simple exageración de los errores papistas. Mientras el espíritu moderno sea tan poco definido, tan común a todas estas creencias, mientras sea un espíritu que puede ser llamado liberal o laxo, no representa en ningún momento el espíritu del protestantismo. Proviene de la Revolución francesa y del movimiento romántico, e indirectamente, de hombres del Renacimiento como Rabelais o Montaigne y, en último término, mucho más de Moro o Erasmo que de Calvino y Knox. Cuando los predicadores protestantes repiten en la presente crisis, casi siempre monótonamente, «no perderemos las libertades que ganamos hace cuatrocientos años», dejan ver a las claras lo poco que comparten la religión que defienden. No fue conquistada ninguna libertad hace cuatrocientos años: no había nueva libertad alguna en instituir el sábado escocés o predicar la predestinación, ni tampoco en doblegarse frente al terror de los Tudor o el terror de Cromwell. Lo razonable es pensar que, al igual que los católicos, su libertad la ganaron hace cien años. Puede sostenerse que esa libertad es resultado de las revoluciones americana y francesa y Página 368
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