Porque soy catolico
del idealismo democrático que apareció con el siglo XIX y parece en peligro de decadencia con el XX . Sobre todo, se puede sostener que hoy en día tienen cierta clase de libertad, no por ser protestantes, pues no lo son, sino porque son cualquier cosa que se les ocurra, o ninguna si lo prefieren. La tienen porque son teístas, teósofos, materialistas, monistas o místicos de su propia cosecha. Cuánto vale esta libertad, y qué posibilidades tiene de dar algún fruto positivo o creativo, es otra cuestión. Pero para poder augurar cómo será la próxima fase, es necesario ser consciente de que la presente es una etapa de libertad negativa, por no decir de anarquía. Sea lo que sea, no es protestantismo; y sea lo que sea, no es cosa sólida. Tal es la verdad simbolizada en el debate sobre el Libro de Oración, en el que una multitud de librepensadores, inconformistas y gentes de cualquier otra opinión decidieron los asuntos de la Iglesia de Inglaterra. Me siento muy orgulloso de que los católicos se abstuvieran de hacerlo, evitando incurrir en una acción de notorio mal gusto. Pero en este hecho hay matices que apenas se han tenido en cuenta. No se toma en consideración que hasta una multitud, ya se reúna en el City Temple o en San Pablo para escuchar a un deán o a un canónigo, es a menudo casi tan heterogénea y dudosa en su composición religiosa como los miembros del Parlamento. Hay muchos inconformistas que no están conformes con el no conformismo. Cuando nos referimos a un hombre de iglesia, a menudo se trata de alguien que nunca va a la suya. Así de grandes son las diferencias que existen dentro del mismo grupo y hasta dentro de la misma persona. Si queremos entender el problema moderno, simplemente debemos elegir al azar a un típico inglés, y darnos cuenta de lo lejos que está de tener alguna creencia. Digamos que ese típico inglés ha sido criado como congregacionista, pero se ha alejado de esa facción; por puro hábito un poco negativo, es anglicano; por dudas no respondidas y una difusa ciencia popular se ha transformado en agnóstico; a veces se ha preguntado si no habrá algo interesante en la teosofía; ha asistido a una o dos sesiones espiritistas… Éste es el hombre con el que tenemos que tratar, y no un rígido protestante con el rótulo de metodista, o un rígido ateo con el rótulo de materialista. Éste es el hombre al que debemos convertir, después de que cien años de relativa libertad política hayan dejado la vieja Inglaterra protestante muy detrás de nosotros y todavía mucho más atrás de la nueva Inglaterra católica. Es justo decir, por supuesto, que los acontecimientos han contradicho tanto las profecías de los que promovieron la emancipación católica, como las de los que se resistieron a ella. Muchos liberales apenas disimularon su idea de que emancipar al catolicismo equivaldría a extinguirlo. Muchos pensaron que estaban tolerando una superstición agonizante: algunos pensaron que al tolerarla la estaban matando. Y al final es la superstición contraria la que ha muerto. Pero siempre existirán nuevas supersticiones, o por decirlo más moderadamente, nuevas religiones. Una estimación general de la probable evolución del mundo pondrá de relieve cuál será la influencia de esas nuevas religiones, hombro con hombro con la vieja idea del agnosticismo. Página 369
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