Porque soy catolico

Lo más interesante de esta especulación es la pregunta sobre cuál de estos dos movimientos será en el futuro el más formidable enemigo de la fe. Sabemos lo que se quiere expresar cuando se dice que la Iglesia es meramente conservadora y el mundo moderno progresista. Se quiere decir que la Iglesia es permanente y que las herejías son contradictorias. Ya lo hemos señalado en el caso del protestantismo y de los hombres que ahora combaten al protestantismo para atacar al catolicismo. Pero un ejemplo del contraste entre la continuidad y la volubilidad es que la Iglesia siempre es criticada a la luz de la última herejía. Se supone que la Iglesia consiste fundamentalmente en lo que precisamente esa herejía viene a desaprobar. Todavía pervive una parte tan grande de la tradición protestante que una gran mayoría supone que las principales características del catolicismo son las que aparecían como manchas a los ojos de la última escuela de críticos. La romanidad está supuestamente construida con papas, purgatorio y confesionarios, e incluye las más extrañas cosas, tales como incienso, rosarios e imágenes de santos. Pero éstas eran las cosas más importantes para los protestantes, no para los católicos, y ni siquiera para los otros opuestos al catolicismo. Un mahometano no relacionaría a Roma con el purgatorio, porque él cree en el purgatorio; un budista no la relacionaría con las imágenes, porque él también cree en las imágenes; un viejo pagano no se hubiera sentido horrorizado con el incienso, porque él también lo usaba. Un seguidor de la Ciencia Cristiana no estaría de acuerdo en que todas las historias de curaciones milagrosas son fraudes. Un espiritista no creería que todos los mensajes sobrenaturales comunicados a través de los hombres son falsos. A través de los nuevos místicos vendrá una lista de acusaciones y desafíos totalmente nueva. En la medida en que las nuevas religiones encabecen la oposición, surgirá una nueva clase de controversias. Con los sanadores, por ejemplo, acerca del misterio de la materia, o con los investigadores psíquicos, sobre las influencias del mal. Y todo esto nos alejará cada vez más de los problemas protestantes, y dentro de cien años la Iglesia parecerá a sus enemigos algo totalmente diferente de lo que parecía hace cien. Parecerá diferente porque será la misma. Ahora bien, si ninguna nueva religión resulta suficientemente importante como para convertirse en cabeza de la oposición, el cambio inmediato será mucho más sencillo. Probablemente habrán bastado dos siglos para completar la transición del protestantismo al paganismo. La Iglesia estará nuevamente cara a cara con su primer y más formidable enemigo; que es mucho más atractivo, porque es más humano que cualquiera de las herejías. Este estado de cosas, que sólo puede ser llamado paganismo, es fácilmente definible aunque ha sido malinterpretado muy a menudo. En cierto sentido podría denominarse materialismo práctico, es decir libre de la estrechez del materialismo teórico. El pagano buscaba sus placeres en las fuerzas naturales de este mundo; pero no insistía tan estrictamente en secas negaciones del otro. Por lo general, admitía una vaga frontera de lo desconocido, que le daba unas posibilidades de inspiración o recogimiento que le están vedadas al ateo barato, con Página 370

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