Porque soy catolico
su mundo de relojería. El adorador del Dios desconocido, por lo menos construía un altar, aunque no grabara en él ningún nombre. Pero me imagino que los hombres que una vez fueron cristianos no tardaron en descubrir, o mejor redescubrir, el profundo defecto que destruyó al paganismo y llenó siglos con el horror de su etapa final. Cuando se convierten en Dios, las fuerzas naturales traicionan a la humanidad con algo que es la verdadera naturaleza de la adoración de la naturaleza. Ya podemos ver a hombres que pierden su salud por la adoración de la salud, que se vuelven odiosos por la adoración del amor, que se convierten en paradójicamente solemnes y agotados por la idolatría del deporte, y en algunos casos en extrañamente morbosos e infectados por la perversión de una inicialmente justa simpatía por los animales. A menos que todas estas cosas estén sujetas a una concepción centrada y bien equilibrada del universo, el dios local se vuelve demasiado vívido, podríamos decir demasiado visible, y castiga a sus adoradores con la locura. El panteísta siempre está demasiado cerca del politeísta, el politeísta del idólatra, y el idólatra del hombre que practica sacrificios humanos. No hay nada en el paganismo que le permita controlar sus propias exageraciones, y por esta razón el mundo encontrará de nuevo, como ya lo hizo una vez, la necesidad de una filosofía moral universal soportada por una autoridad que tenga el poder de definir. En cualquier caso, este combate entre el paganismo y el catolicismo se librará en campos, es decir temas de discusión que hubieran sorprendido mucho a los hombres que debatieron la emancipación católica hace cien años. El surgimiento de nuevas temáticas dejará cada vez más clara la ventaja de una antigua religión. Cuando el mundo comience a plantearle nuevos interrogantes a la Iglesia, le serán revelados aspectos enteros de la doctrina y la tradición católica que estaban ocultos por los accidentes históricos y las recientes querellas demasiado particulares. He aquí una cuestión que no ha sido suficientemente subrayada en las relaciones entre el protestantismo y el catolicismo. Muy a menudo, un protestante ha sido no solamente un hombre que simplemente protesta, sino que lo hace sobre algo en particular. Un hombre que a veces pensó que el problema era Roma, mientras que en realidad se trataba de uno de los mil aspectos de Roma. Cuando nuevos aspectos aparezcan a la luz de nuevos reflectores, el protestante no será derrotado, simplemente quedará fuera del foco, es decir del problema. Un anabaptista desaprueba el bautismo de los bebés; un presbiteriano desaprueba a los obispos; un prohibicionista desaprueba la cerveza, y así sucesivamente. Pero un presbiteriano, como tal, tiene muy poco que decir sobre el subconsciente. Un anabaptista, en tanto que tal, no tiene nada especial que decir a un conductista. Pero un católico puede tener mucho que decir a estas personas. Porque la interpretación católica de la vida ha perdurado mucho más tiempo y ha cubierto tantas condiciones sociales diferentes, ha estudiado tan cuidadosamente tan incontables matices de metafísica o casuística, que realmente está relacionada con casi cualquier tipo de especulación que pueda surgir. Así, en el caso del psicoanálisis y el estudio del subconsciente, la Iglesia se Página 371
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