Porque soy catolico
grande, sino porque son dos de las más importantes verdades acerca del mundo del presente momento. Una de esas verdades aparece muy claramente en su muerte y la otra en su vida. Podríamos decir que una concierne a su existencia pública y la otra a la privada. Una está más allá de cualquier admiración y la otra puede parecer, en comparación, casi un melodrama cómico. Tomás Moro sufrió la muerte de un traidor por desafiar a la monarquía absoluta, por tratarla como un absoluto. Estaba deseoso y hasta anhelante de respetarla como una cosa relativa, pero no como algo absoluto. La herejía que empezaba a asomar la cabeza en su tiempo era la herejía llamada derecho divino de los reyes. Tal como se presentaba entonces, es considerada hoy en día como una vieja superstición, mas ha reaparecido como una nueva superstición en la forma del derecho divino de los dictadores. Pero la mayor parte de la gente todavía piensa vagamente en ella como una cosa vieja, y casi todos creen que es mucho más vieja de lo que lo es en realidad. Una de las mayores dificultades del presente consiste en explicarle a la gente que esta idea no es originaria de la Edad Media o de tiempos todavía más antiguos. La gente sabe que los controles constitucionales sobre los reyes han estado aumentando durante un siglo o dos, pero no se dan cuenta de que alguna otra clase de controles ya operaba en otros tiempos, y en las condiciones actuales esos otros controles son difíciles de describir o imaginar. En realidad los hombres medievales pensaban que el rey gobernaba sub Deo et lege, lo que correctamente traducido significa sometidos a Dios y a la ley. Además esto implicaba una atmósfera que puede ser vagamente interpretada como que se encontraban «sometidos a la moralidad implícita en todas nuestras instituciones». Los reyes eran excomulgados, depuestos, asesinados, tratados de todas las maneras defendibles o indefendibles, pero nadie pensaba que toda la comunidad caía con el rey o que solamente él detentaba la autoridad final. El Estado no poseía a los hombres tan completamente, aunque pudiera mandarlos al patíbulo, como los posee en cierto modo ahora, cuando los puede enviar a la escuela elemental. Existía la idea del refugio, que era generalmente un santuario. En síntesis, en cien diversas maneras, extrañas y sutiles para nuestro pensamiento contemporáneo, existía una suerte de escape hacia arriba. Había límites para el césar, y había libertad para Dios. La más alta voz de la Iglesia ha proclamado que este héroe fue, en el verdadero y tradicional sentido, un santo y un mártir. Y es apropiado recordar que ciertamente se alinea, por una razón especial, junto con los «primeros mártires cuya sangre fue la semilla de la Iglesia en las primeras persecuciones paganas». Porque la mayoría de ellos murió, como él, por negarse a convertir una lealtad civil en una idolatría religiosa. La mayoría de ellos no murió por no querer adorar a Mercurio o Venus, a fabulosas figuras supuestamente inexistentes o a otros, como Moloch o Príapo, que muy bien podríamos desear que no existieran. La mayor parte de ellos murió por negarse a adorar a alguien realmente existente; una persona a la que estaban Página 397
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx