Porque soy catolico
A medida que aumenta la ignorancia de los hombres sobre este asunto, también se da en suponer que los novicios de la Ciudad de Dios representan un solo tipo humano, y en igual medida se pretende ensayar alguna definición sencilla del tipo de mentalidad más proclive a abrazar el catolicismo. Se puede querer definirla como la manifestación de un deseo de seguridad o como una atracción sensorial comparable a la ejercida por la música y la poesía. Cuando no se atribuye a esa forma especial de debilidad que impera en algunas mentes y que expone a la sujeción y a la mutabilidad de los estados de ánimo por influencias ajenas. Basta con conocer de cerca a los típicos conversos de hoy para aquilatar el sinsentido de estas teorías. Los hombres y mujeres llegan a la fe por cualquier puerta imaginable movidos por toda suerte de procesos, desde la pausada ponderación intelectual hasta la repentina visión, el cuestionamiento moral e incluso la pura volición intelectual. Es decir, llegan a ella merced a la más amplia experiencia. Para algunos sucedió durante un viaje, para otros meditando las lecciones de la historia más profundamente que sus coetáneos, y los hay que la descubren en un accidente de sus vidas. No sólo son infinitas las vías que conducen a la fe (aunque todas ellas convergen en un mismo punto, como no puede ser de otro modo, ya que sólo la verdad es una, y el error, infinito en sus ramificaciones), sino que los tipos individuales en que encarna el proceso de la conversión ofrecen la mayor diversidad imaginable. Si se intentan trasladar a un determinado caso las emociones o el tipo de razonamiento que en otro condujeron a la conversión, lo que resulta es un desadaptado. El cínico se convierte, pero también lo hace el sentimental, y asimismo se convierten el tonto y el sabio, el sempiterno inquieto que duda de todo y el hombre que fácilmente acepta someterse a la autoridad: todos y cada uno se convierten a su manera. Hay una puerta de acceso a la Iglesia católica que indudablemente atrae por su espectacularidad o por la admiración y deseo de imitación que son capaces de suscitar algunas de sus figuras más señeras. Pero al día siguiente descubrimos que hay otra que abre en medio de la más triste soledad, y que el converso que la ha atravesado sorprendentemente lo ignora todo del grandioso efecto general que la Iglesia católica es capaz de ejercer sobre el carácter de las personas. E inmediatamente después aparece una tercera puerta, completamente diferente, por la que el hombre parece entrar movido, no por su soledad, sino por la influencia de otras mentes, y donde decide dar el paso asqueado de la poquedad o el mal del que hasta entonces ha vivido rodeado. La Iglesia es el hogar natural del Espíritu humano. Quien pretenda explicar el fenómeno de la conversión basándolo en cualquiera de los sistemas que lo reducen a una forma de ilusión se condena a no hallar respuestas. Si se parte de la idea de que la conversión puede resultar de esta o aquella o cualquier otra causa equivocada, o particularmente limitada e insuficiente, se acaba pensando que es un fenómeno inexplicable. Página 45
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx