Porque soy catolico
suena a desafío provocador, pero sin embargo es cierto. La vuelta a las ideas católicas en los fragmentos dispersos de la cristiandad frecuentemente se ha producido de manera indirecta, y aunque las influencias han sido muy variadas, todas emanan de un mismo centro. El Romanticismo lo trajo consigo, con todo y su incompleta visión de un medioevo pintoresco. Pero tiene que ser más que un mero accidente el hecho de que los romances, así como las lenguas romances, tomen su nombre del de Roma. También lo trajeron las reacciones instintivas de algunos individuos anticuados, como Johnson o Scott o Cobbet t [33] , que aspiraban a rescatar viejas realidades, originariamente católicas, de un progreso que se confundía con el capitalismo. Denunciaron aquella forma de progreso y se convirtieron, como Cobbett, en enemigos acérrimos del protestantismo, sin ser católicos practicantes. Y asimismo llegó auspiciado por los prerrafaelistas y la apertura hacia el arte y la cultura europeos fomentada por Matthew Arnold y Morris y Ruskin y tantos otros. Pero echemos un vistazo a la manera de pensar que hoy en día puede tener un honesto cuáquero o un pastor congregacionalista, y luego comparémosla con las ideas que en su día pudo albergar un no conformista de Little Bethel antes de producirse aquella renovación cultural. Podrá verse sin mucha dificultad que buena parte de su salud y felicidad se la debe a Ruskin (que la recibió de Giotto), a Morris (que la halló en Chaucer) y a excelentes eruditos de su propia familia, como Philip Wicksteed (que la descubrieron en Dante y Santo Tomás). Este hombre seguirá ocasionalmente refiriéndose a la Edad Media como la Edad Oscura, sin reparar en que la Edad Oscura ha mejorado sensiblemente el papel tapiz de su habitación y el vestido de su esposa y tantos otros detalles de lo que en la época de los Stiggin s [34] y el Hermano Tadger no pasaba de ser una vida sórdida y vulgar. Porque resulta que también él es cristiano, y la única vida a su alcance es la de la cristiandad. No resulta fácil expresar la enorme inversión que he intentado sugerir a través de la imagen de un mundo vuelto del revés. Porque aquello que inicialmente parecía pequeño, de pronto creció y acabó engulléndolo todo. La cristiandad es literalmente un continente. Es inevitable pensar que lo contiene todo, incluso lo que se manifiesta contrario a él. Pero sin duda es la transformación intelectual más imponente y la más difícil de anular, incluso a efectos teóricos. Es casi imposible, aun imaginariamente, revertir sus efectos. Otra manera de enfocarlo es diciendo que nos hemos acostumbrado a pensar que todas esas figuras históricas son personajes de la historia del catolicismo, aun las que no fueron católicas. Pero en cierto sentido —en el sentido histórico, y no en el teológico— nunca dejaron de ser católicas. Son personas que en realidad no crearon nada verdaderamente nuevo, salvo cuando traspasaban la frontera de la razón, pero entonces creaban pesadillas más o menos delirantes. Pero las pesadillas no perduran, y muchos de sus soñadores están todavía intentando despertar. Los protestantes son católicos fracasados: es lo que realmente significa decir que son cristianos. A veces el fracaso es estrepitoso, pero es poco frecuente que busquen agravarlo. Así, un calvinista es un católico obsesionado con la idea católica Página 76
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