Porque soy catolico
de la soberanía de Dios. Sólo que cuando pretende que esa idea signifique que Dios quiere la condenación para un determinado tipo de personas, se puede decir, sin temor a exagerar, que se ha convertido en un católico un poco enfermizo. Para ser más exacto, es un católico que ha enfermado, y si se deja que campe a sus anchas, la enfermedad acabará matándolo o volviéndolo loco. Aunque en realidad es una enfermedad que duró poco, y que ahora ha desaparecido casi del todo. El caso es que cada vez que da un paso para volver hacia la humanidad, ese paso lo acerca al catolicismo. Un cuáquero, por otro lado, es un católico obsesionado con la idea católica de la simplicidad y la verdad amables. Sólo que cuando pretende que esa idea signifique que decir «tú» es una mentira y que es un acto de idolatría descubrirse ante una dama, no es exagerado decir que, lleve o no sombrero, sin duda alguna le falta un tornillo. Pero la verdad es que él mismo ha comprendido que esas excentricidades (al igual que su sombrero) no eran necesarias, y se ha apartado del camino que lo habría llevado en línea recta al manicomio. Y cada vez que da un paso para desandar ese camino y volver a la senda del sentido común, lo que hace es regresar al catolicismo. Las veces que estaba en lo correcto era un católico, pero siempre que ha errado ha sido incapaz de seguir siendo protestante. Por eso a nosotros nos resulta imposible ver en el cuáquero el comienzo de una nueva era cuáquera o en un calvinista el fundador del nuevo mundo calvinista. Salta a la vista que sólo son personajes de nuestra propia historia católica, personajes que armaron un tremendo lío por querer hacer las cosas que hacemos mejor que ellos y que en realidad ni siquiera llevaron a cabo. Supongo que se me objetará que esto es cierto de las sectas más antiguas, de los calvinistas y los cuáqueros, pero que no puede predicarse de los modernos movimientos, como los de los socialistas o los espiritualistas. Pero quien piense de este modo se equivoca. La naturaleza abarcadora o continental de la Iglesia se aplica tanto a las modernas como a las viejas manías religiosas, y por igual a materialistas o espiritualistas que a puritanos. Lo que todos ellos comparten es, para empezar, que dan por bueno alguno de los dogmas de la fe católica, que después exageran hasta el error y que acaban rechazando y anatemizando por considerarlo un error, con lo cual consiguen que sus feligreses den marcha atrás y vuelvan a acercarse al origen. Casi siempre se reconoce al hereje por estos rasgos comunes: siempre dispuesto a cuestionar violentamente cualquier otro de los dogmas católicos, no imagina la posibilidad de cuestionar su dogma favorito y ni siquiera parece saber que podría hacerlo. A ningún calvinista se le ha ocurrido pensar que alguien sea capaz de hacer uso de su libertad para refutar o limitar la divina omnipotencia, y no hay cuáquero que conciba la posibilidad de cuestionar la supremacía de la simplicidad. No de otro modo actúa un socialista. El bolchevismo y cualquier otra variante de las teorías de la fraternidad están basados en uno de los dogmas místicos más insondables del catolicismo: la igualdad entre los hombres. Los comunistas lo fían todo a la igualdad, así como los calvinistas lo fiaban todo a la omnipotencia de Dios. Ambos agotan sus dogmas, los llevan a la extenuación, hasta Página 77
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx