Porque soy catolico

convertirlos en una pesadilla. Pero nunca se les ocurre pensar que pueda haber personas que no crean en el dogma católico de la igualdad mística entre los hombres, a pesar de que abundan, aun entre católicos, los herejes que se permiten cuestionarlo. Los socialistas se meten en auténticos enredos por querer llevarlo a la práctica, y por ello son capaces de poner en entredicho sus propios ideales y modificar su doctrina. Y como los cuáqueros y los calvinistas, todas esas extravagancias sólo sirven para acortar un día su marcha hacia Roma. En suma, el devenir de estas sectas no es un haz de líneas rectas que avanzan alejándose de su origen, y si lo fuera, se alejarían en direcciones opuestas. El esquema que trazan revela unas curvas que incesantemente retornan al continente y hogar común de su civilización, que es la nuestra. Y la esencia de esa civilización y su núcleo más sano es la filosofía de la Iglesia católica. A nuestros ojos, los espiritualistas son hombres que se dedican a estudiar la existencia de los espíritus desde el olvido, breve y tenaz, de que existen los malos espíritus. Es como si apenas hubieran recibido la educación necesaria para saber de la existencia de los fantasmas, pero no lo bastante para haber descubierto la de las brujas. Cuando algún mal espíritu logra cegar sus luces y atrofiar sus mentes, se pasan el resto de sus vidas repitiendo tonterías de Platón y ripios de Milton. Pero para los que consiguen avanzar uno o dos pasos y no se quedan haciendo tiempo en la frontera, el siguiente paso que dan consiste en aprender lo que la Iglesia puede enseñarles. A nuestro entender, los científicos cristianos no son más que personas con una sola idea en mente, que nunca aprendieron a calibrar y contrarrestar con el ejercicio de otras ideas. Ésta es la razón por la que tantos hombres de negocios prósperos se convierten en científicos cristianos. Son personas que no tienen costumbre de pensar con ideas, y una sola basta para subírseles a la cabeza, como le sucede al hombre hambriento que bebe un vaso de vino. Pero la Iglesia católica sí está acostumbrada a vivir en medio de ideas, y sabe moverse entre esas bestias realmente salvajes y peligrosas con el aplomo y el porte erguido de un domador de leones. El científico cristiano puede pasarse el resto de su vida repitiendo monótonamente su única idea, seguirá siendo un científico cristiano. Pero si pudiera avanzar y moverse entre otras ideas, comenzaría a ser un poco católico. Cuando el converso ha visto el mundo desde ese ángulo, con un cúmulo de ideas en equilibrio y otro de ideas que dejaron de parecerle equilibradas, es imposible que tropiece con los obstáculos que era razonable que temiera encontrar antes de producirse esta tranquila pero pasmosa revolución. Ya no le preocupa enterarse de que el espiritualismo ofrece tal cosa o tal otra la ciencia cristiana. Sabe que en cualquier cosa puede caber de todo, pero que lo realmente importante es el hecho sorprendente de que en una sola cosa sea posible que quepa todo. Y está convencido de que si aquellos otros exploradores realmente quisieran encontrarlo todo y no solamente cualquier cosa, estarían mucho más dispuestos a buscarlo en ese mismo lugar. En este sentido, ahora se preocupa por ellos bastante menos que cuando Página 78

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx