Porque soy catolico
ello, que alguna vez me he preguntado, a medias entre la meditación melancólica y la broma: «¿Adónde iría ahora, si dejara la Iglesia católica?». Y sé a ciencia cierta que no iría a ninguna de esas pequeñas sectas sociales que sólo son capaces de manifestar una sola idea, y únicamente porque esa idea está de moda en ese momento. En el mejor de los casos, podría aspirar a perderme en la naturaleza, en medio de un bosque, y a convertirme, no en un panteísta (lo que también es limitado y aburrido), sino más bien en un pagano, dispuesto a gritar que aquella cima de la montaña o este árbol en flor es sagrado y hemos de adorarlo. Al menos eso supondría volver a empezar por completo. Pero a la postre acabaría volviendo a enfrentarme al mismo problema. Porque si alguna vez fue razonable adorar un árbol, no es insensato adorar un crucifijo, y si podemos ver a dios en la cima de una montaña, por qué no vamos a verlo debajo de un campanario. Descubrir una nueva religión tarde o temprano nos lleva a comprender que hemos descubierto la religión. ¿Y por qué iba a sentirme insatisfecho con la que he descubierto? Máxime, como ya señalé al comienzo de este ensayo, cuando resulta ser la única religión antigua capaz de parecer siempre nueva. Sé perfectamente que si me decidiera a emprender ese viaje acabaría desesperado o regresando, y que ningún árbol podrá reemplazar al único árbol sagrado. El paganismo es preferible al panteísmo porque es libre de imaginar divinidades, mientras que el panteísmo se ve obligado a fingir, pedantemente, que todas las cosas son igualmente divinas. Tengo la impresión de conocer el cansancio a la vuelta de aquel bosque, porque simbólicamente ya hice esa ruta. Como he procurado confesar en estas líneas sin exceso de egoísmo, pienso que soy el tipo de persona que llegó a Cristo desde Pan y Dionisos, y no desde Lutero o Lau d [39] , que la conversión que tiene sentido para mí es la del pagano y no la del puritano, y que sobre esa antigua forma de conversión se asienta el mundo que conocemos. Es una transformación mucho más abarcadora y tremenda que nada de lo que desde hace años, al menos en Inglaterra y Estados Unidos, hayan podido prohijar las controversias sectarias y las polémicas doctrinales. Desde la cima de aquel imperio y desde lo alto de aquella experiencia internacional, la humanidad tuvo una visión. No ha vuelto a tener otra, si acaso disputas acerca de su naturaleza. El paganismo fue la cosa más abarcadora del mundo, pero el cristianismo lo es más aún. Y todo lo demás, por contraste, siempre ha sido pequeño. Página 81
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