Porque soy catolico

indignación mucho más divinas, y que la alegría infantil es apenas un lejano atisbo de una forma más divina de regocijo. No es tanto que haya descubierto que me equivocaba, cuanto que ahora sé por qué estaba en lo correcto. Es en ello donde reside el supremo ejemplo de la excepción que confirma la regla. De la regla he procurado dar una muy somera idea en el anterior capítulo. Esa regla dice que la filosofía católica es universal, ya que ha demostrado ser apta para cualquier naturaleza humana en cualquier lugar y corresponder a la naturaleza de todas las cosas. Pero aun cuando no encajara en la naturaleza humana, a la larga resulta que favorece aquello que sí lo hace. Por lo general se adapta a nosotros, y cuando no es así, aprendemos a adaptarnos nosotros a ella, siempre y cuando sigamos con vida para seguir aprendiendo. En los casos aislados de hombres sensatos que de verdad piensan que contraría su inteligencia, por lo general descubrimos que tienen razón, no sólo respecto de la verdad, sino incluso respecto de su más recóndito instinto por la verdad. La educación no se acaba con la conversión, en realidad comienza con ella. Los hombres no dejan de estudiar al convencerse de que algunas cosas son dignas de estudio, cosas entre las que se incluyen no sólo los valores ortodoxos, sino incluso los vetos ortodoxos. Curiosamente, hasta cierto punto puede decirse que el fruto del árbol prohibido suele ser más fértil que el de los frutos que nadie nos prohíbe comer. Más fértil, como demostraría un fascinante estudio botánico que estudiara sus virtudes venenosas. Así, por poner un solo ejemplo, todas las personas sanas se revuelven contra la usura; éste es un instinto que la Iglesia se ha limitado a rubricar. Pero aprender a reconocer la usura, estudiar su naturaleza y demostrar por qué es algo nocivo requiere una educación liberal, no sólo en economía política, sino en la filosofía de Aristóteles y la historia de los concilios lateranos . [41] Casi siempre existe una humana razón detrás de todos los consejos meramente humanos que la Iglesia ofrece a la humanidad, y descubrir en qué consiste esa razón, entre otras cosas, constituye uno de los más intensos placeres intelectuales. Sea como sea, el hecho indiscutible es que la Iglesia por lo general hace lo correcto al mostrarse por lo general tolerante, pero cuando es intolerante tiene aún más razón y se muestra aún más razonable. Adán vivió en un jardín rodeado de millares de bendiciones que le fueron otorgadas, pero la mayor de todas era abstenerse de hacer una sola cosa. Por la misma razón, conviene que el converso o el que está aún en proceso de conversión se encare con cualquier cosa que le parezca una deformidad en el rostro de la Iglesia y que considere una falsedad. Pues bien, si se encara con ella el suficiente tiempo, probablemente descubrirá que esa es precisamente la mayor de las verdades. Yo mismo he descubierto lo propio en esa extrema lógica del libre albedrío que se encuentra entre los ángeles caídos y en la posibilidad misma de la perdición. Son cosas que ciertamente superan mi imaginación, pero mi entendimiento puede trazar una vía lógica que conduce hacia ellas. De hecho, me siento capaz de justificar toda la teología católica, si se me concede empezar por el supremo valor y santidad de estas dos cosas: la Razón y la Libertad. No deja de arrojar luz sobre los actuales Página 89

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