Porque soy catolico
R VI Una nota sobre las actuales perspectivas eleo estas líneas y las encuentro excesivamente personales. Sin embargo, no imagino cómo abordar la conversión de otra manera. No pretendo tener especiales luces sobre las actuales condiciones y expectativas del movimiento católico, pero tampoco me parece que nadie sea capaz de vaticinar a qué se parecerá en el futuro más inmediato. Las estadísticas por lo general son engañosas, y las predicciones casi siempre son falsas. Pero siempre queda un rastro, por tenue que sea, de esa cosa que solemos llamar sentido común, y mientras no se apague del todo, a pesar de los esfuerzos de periodistas y maestros del Estado, siempre será posible distinguir lo que damos en llamar la realidad. Nadie en su sano juicio puede negar que la conversión sea una realidad actualmente. Todo el mundo sabe que el círculo social que frecuenta, que hace cincuenta años era territorio exclusivo del protestantismo —en algunos casos agravado por el racionalismo o la indiferencia, pero aun así avanzando en ese mal lentamente y sin sobresaltos o convulsiones—, últimamente ha comenzado a mostrarse proclive a ceder repentinamente y sin estruendo, primero en este rincón y luego en aquel otro, dejando al descubierto grandes socavones por los que emergen las llamaradas de lo que se creyó que era un volcán apagado. Todo el mundo ha podido constatar, con tristeza o alegría o furor o simplemente con indiferencia, que estas conversiones parecen producirse por sí solas y en los más inesperados y aparentemente azarosos estratos sociales. La esposa de Tom, el hermano de Harry, la divertida cuñada de Fanny que hace teatro, el excéntrico tío de Sam que es un experto en estrategia militar… de pronto nos enteramos de que estas almas que nada tenían en común ahora comparten algo: se han sumado a las filas de las almas militantes y triunfantes. Para contrarrestar esta realidad, que conocemos por hechos probados y no por alguna estadística, siempre hay una útil herramienta: lo que comúnmente se llaman filtraciones. Daré por cerrado este aspecto con un comentario. El padre Ronald Kno x [42] , con esa felicidad suya tan característica que siempre hace que sus trazos de humor parezcan fruto de la buena suerte, ha observado que la Iglesia católica está obligada a avanzar a trancas y barrancas. En otras palabras, a trancas como el pescador y a barrancas con el pastor. Y que el pescador ha de sacar del agua al converso y el pastor esforzarse por mantenerlo lejos de ella. Sobre las conversiones al catolicismo piensa que se están produciendo tan masivamente que lo lógico sería que fueran tan visibles y atronadoras como una avalancha, pero que están siendo neutralizadas o más bien reducidas en sus masivas proporciones por algunos desprendimientos colaterales y desordenados. Lo primero que conviene observar es Página 91
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA0OTIx