Porque soy catolico
Por ejemplo: casi doscientos años antes de promulgarse la Declaración de Independencia y de producirse la Revolución francesa, en una época entregada a la soberbia y la adulación de los príncipes, el cardenal Bellarmino y el español Suárez dejaron establecidas las bases teóricas de una verdadera democracia. Pero en los tiempos del Derecho Divino acabaron dando la impresión de no ser más que las ideas de unos jesuitas sofistas y sanguinarios que conspiraban contra el poder establecido. Así que, una vez más, los casuistas de las escuelas católicas dijeron todo cuanto podía decirse sobre este problema, tan presente en nuestro tiempo, dos siglos antes de que se escribiera sobre él. Afirmaron que existía un conflicto moral; pero tuvieron la desgracia de afirmarlo doscientos años antes de tiempo. En una época de obtuso fanatismo y abusos desmedidos, sólo consiguieron que se les considerara unos mentirosos que barajaban conceptos psicológicos, cuando aún faltaba mucho para que la psicología se pusiera de moda. Sería fácil enumerar otros muchos ejemplos como éste hasta llegar a nuestros días, con un buen lote de ideas demasiado innovadoras para nuestro tiempo. En la encíclica Rerum Novarum (1891) del papa León XIII existen algunos pasajes mucho más revolucionarios que el propio socialismo, y que sólo ahora empiezan a ser utilizados como referencia por los movimientos sociales. Y cuando el señor Belloc escribió sobre el Estado servi l [1] ya adelantó una teoría económica tan original que muy pocos entienden aún en qué consiste. Dentro de unos siglos, quizás otros vuelvan a insistir en estas teorías y vuelvan a equivocarse. Y entonces, si los católicos protestan, sus quejas sólo evidenciarán el hecho por todos conocido de que a los católicos nunca les han importado las ideas novedosas. Sin embargo, el que ha hecho esta observación sobre los católicos trataba de decir algo; y para él es suficiente entenderlo con más claridad. Lo que quería decir es que, en el mundo moderno, la Iglesia católica es la enemiga de muchas modas que tienen gran influencia en la sociedad; muchas de las cuales, aunque se consideran novedosas, ya empiezan a quedarse un poco desfasadas. En otras palabras, lo que trata de decir es que él está de acuerdo en todo lo que se refiere a los frecuentes ataques de la Iglesia a todo cuanto sustenta al mundo moderno. A menudo la Iglesia se pone en contra de las modas de este mundo efímero; y desde luego la Iglesia sabe muy bien lo efímeras que son las cosas. Pero para entender correctamente lo que esto implica es necesario coger perspectiva y tomar en consideración la naturaleza última de las ideas cuestionadas, para analizar, y después hablar, sobre la verdadera raíz de la idea. La verdad es que nueve de cada diez ideas que consideramos nuevas son viejos errores conocidos. Una de las obligaciones prioritarias de la Iglesia católica consiste en evitar que la gente caiga en estos viejos errores, que se repiten una y otra vez cuando las personas se abandonan a sí mismas. La realidad de la actitud católica con respecto a la herejía o, como alguien podría decir, con respecto a la libertad, podría explicarse mejor usando un mapa como metáfora. La Iglesia católica dispondría de un tipo de mapa que parece el mapa de un laberinto, pero que en realidad es una guía Página 96
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