Porque soy catolico

Biblia no dice nada. No puedes poner a un libro en la tribuna de los testigos e interrogarlo para que nos diga qué significa lo que está escrito en sus páginas. La propia controversia fundamentalista destruye al fundamentalismo. La Biblia por sí misma no puede ser una base de acuerdo cuando es motivo de desacuerdo; no puede ser la base común de los cristianos cuando unos la interpretan de forma alegórica y otros de forma literal. El católico se remite a ella para encontrar algo que nos cuente alguna cosa sobre la mente viva, constante y permanente de la cual estoy hablando; la más elevada mente del hombre guiada por Dios. A cada momento aumenta en nosotros la necesidad moral de esa mente inmortal. Necesitamos algo que sostenga las cuatro esquinas del mundo mientras hacemos nuestros experimentos sociales o construimos nuestras utopías. Por ejemplo, necesitamos ponernos de acuerdo, aunque sólo sea sobre esa obviedad de que la fraternidad humana resistirá frente a la brutalidad humana. Nada más probable que eso justo ahora que la corrupción del gobierno lleva a los ricos a relajarse en su conjunto, pisoteando toda tradición de equidad con un orgullo meramente pagano. Necesitamos reconocer esas obviedades como verdades en todas partes. Necesitamos prevenir esas simples reacciones y la aburrida repetición de los viejos errores de siempre. Y necesitamos asegurar el mundo intelectual para la democracia. Pero en las actuales circunstancias de moderna anarquía mental, ni ése ni ningún otro ideal está seguro. De la misma forma que los protestantes recurrieron contra los sacerdotes de la Biblia, sin darse cuenta de que la propia Biblia podía ser cuestionada, los republicanos recurrieron contra los reyes que gobernaban al pueblo sin comprender que el propio pueblo también podía ser desafiado. No hay final para la disolución de las ideas, para la destrucción de toda prueba de verdad, y eso se ha hecho posible desde el momento en que el hombre ha abandonado toda tentativa por mantener una Verdad civilizada y fundamental que contenga a todas las verdades y rechace y borre el rastro de todos los errores. Desde entonces, cada grupo social ha escogido una verdad y ha malgastado el tiempo transformándola en una falsedad. No hemos hecho otra cosa que dar vueltas a las mismas ideas; o por decirlo en otras palabras hemos caído en monomanías. Pero la Iglesia es un lugar de encuentro; el lugar donde se ponen a prueba todas las verdades del mundo. Página 99

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