Hildegarda Von Bingen - La ciudad Celeste
476 VICTORIA CIRLOT A NUARIO DE E STUDIOS M EDIEVALES , 44/1, enero-junio 2014, pp. 475-513 ISSN 0066-5061, doi:10.3989/aem.2014.44.1.15 Las visiones constituyeron una extraña experiencia en la vida de Hil- degard von Bingen. Le sucedieron desde su más tierna infancia, desde los tres años, y no le abandonaron nunca; le concedieron el carisma necesario para una posición privilegiada en su mundo e impulsaron la escritura. Su obra profética, que comenzó a escribir a la edad de cuarenta y dos años y siete meses, en el año 1141, fue configurada a partir de las visiones, primero des- critas y luego interpretadas a partir de una exégesis alegórica. Pero no sólo la obra profética derivó de la experiencia visionaria, sino que ésta se encuentra también en el origen de sus composiciones musicales y poéticas ( Symphonia harmoniae caelestium revelationum y Ordo virtutum ), en sus experimentos lingüísticos ( Lingua ignota y Litterae ignotae ) y en muchas de las cartas que forman su gruesa correspondencia dirigida tanto a laicos como eclesiásticos, tanto a desconocidos como a grandes personajes de su época. Sólo su obra médica ( Causae et curae ) y la que trata sobre la naturaleza ( Physica ) parecen situarse al margen de la visión para dar paso a un agudo y penetrante sentido de la percepción, lo que constituye un interesante contrapunto en la compleja personalidad de la visionaria. Las visiones de Hildegard despliegan una cos- mología en la que la potencia simbólica resulta palpable. Los miniaturistas que trasladaron sus visiones al pergamino siguieron con fidelidad sus descrip- ciones, lo que dio como resultado imágenes nuevas dentro de un arte tradicio- nal como lo era el de la segunda mitad del siglo XII y principios del siglo XIII. Como en un fresco gigantesco se van sucediendo las imágenes-símbolo en la obra de Hildegard, en Scivias (1141-1151) o en el Liber divinorum operum (1163-1173). Las visiones paradisíacas, representaciones del más allá, ocupan un lugar destacado en ambas obras. Se trata en ambos casos de la visión de una ciudad que puede identificarse con la Jerusalén celeste. El análisis de las ciu- dades simbólicas en la obra de Hildegard ya fue objeto de estudio por parte de Peter Dronke 2 . Pero en este artículo se aborda el tema desde una perspectiva distinta a la del gran estudioso de la obra hildegardiana. Me interesa especial- mente el fenómeno de la visión que es el que ha conducido mis estudios sobre la mística y profeta del Rin 3 . Así pues, propongo una aproximación a la ciudad celeste de Hildegard von Bingen a partir de cuatro etapas: en una primera, tra- taré de abordar el fenómeno visionario para conceder un marco a ese suceso consistente en “ver la ciudad”; en una segunda, describiré las visiones de la ciudad celeste a partir de Scivias fundamentalmente, pero recurriendo también a cualquier pasaje que en su obra profética, poética o epistolar pueda ayudar a su comprensión; en una tercera, intentaré reflexionar sobre el valor de las imá- 2 P. Dronke, The Symbolic Cities , donde analizó las fuentes posibles de Hildegard ( Apo- calipsis , Pastor Hermas y La ciudad de Dios de san Agustín), pp. 168-174. 3 V. Cirlot, Hildegard von Bingen y la tradición ; eadem, La visión abierta.
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